Para cualquier legionario, el centurión era el centro de autoridad; era aquel quien podía hacer que la vida de los soldados bajo su mando fuera buena o, por el contrario, convertirla en un verdadero infierno. Infundir miedo era el elemento básico dentro de la disciplina romana. Eran apodados Cedo Alteram - “traedme otro” - aquellos centuriones de carácter temible que tendían a romper su bastón de mando en las espaldas de los soldados cuando los golpeaba para castigarlos (Tácito, Anales, 1.23)
Centurión del siglo I d. C. con cresta transversal. Escultura en bronce del arquitecto Silvano Mattesini (1995). Exposición Evolución del Casco Romano en Estadio de Domiciano. Plaza Navona, Roma.
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