Sí, Calígula fue un monstruo. De Tiberio se
rumorearon un montón de perversiones en su villa de Capri ; de Nerón, una
actitud muy agresiva; de Claudio, cierta discapacidad; de Caracalla, despotismo
y crueldad; de Comodo, odio y furia. Rumores, sospechas, difamaciones de un
Senado apartado del poder.... cada emperador ha tenido que lidiar con su propia
leyenda negra y hoy es difícil separar la realidad de la mentira. Pero, incluso
quitando toneladas de exageración por parte de Suetonio y Casio sobre Calígula,
lo que se vislumbra debajo es un psicópata obsesionado con el sexo y y un
dirigente pésimo.
La muerte de Tiberio se celebró con alegría
en las calles y en el Senado, sin que nadie recordara el dicho que mejor malo
conocido que bueno por conocer. Especialmente, porque el verdadero defecto del
difamado Tiberio es que no se preocupó por su sucesión a pesar de que en sus
últimos años empezó a albergar dudas sobre la idoneidad de que el nuevo
Emperador fuera su sobrino Cayo Calígula, de 23 años. Cuando consultó con sus
astrólogos asumió, según decían las estrellas, que el ascenso de Calígula era
inevitable hiciera lo que hiciera. Por ello, decidió no hacer nada.
Una primera impresión muy equivocada
Nacido con el nombre de Cayo Julio César Germánico, el heredero imperial era el tercero de los seis hijos supervivientes del matrimonio entre Germánico y Agripina la Mayor, nieta de Augusto. El nombre de Calígula era, en verdad, un apodo que le pusieron los soldados cuando acompañó siendo un niño a su padre en las campañas de Germania. Le apodaron « Calígula » («Botita»), lo que años después le irritaría enormemente, porque iba vestido con una versión en miniatura del traje de legionario.
Nacido con el nombre de Cayo Julio César Germánico, el heredero imperial era el tercero de los seis hijos supervivientes del matrimonio entre Germánico y Agripina la Mayor, nieta de Augusto. El nombre de Calígula era, en verdad, un apodo que le pusieron los soldados cuando acompañó siendo un niño a su padre en las campañas de Germania. Le apodaron « Calígula » («Botita»), lo que años después le irritaría enormemente, porque iba vestido con una versión en miniatura del traje de legionario.
Cuando falleció Tiberio, Calígula no ejercía
ningún puesto oficial y su experiencia política se limitaba a un cargo menor
Como explica David Potter en su libro « Los Emperadores de Roma » (Pasado&Presente), el primer problema de Calígula es que «nunca había tenido que demostrar su virtus en un entorno de carácter colectivo». Educado en la villa de Capri, los principales compañeros de formación del romana habían sido hijos de reyes extranjeros enviados a la capital del imperio a modo de garantía. En definitiva, Calígula vivió su infancia y adolescencia en una burbuja, rodeado de príncipes orientales con una forma distinta de comprender el poder y con sus hermanas como mejores amigas. Ya entonces surgieron rumores de que había mantenido relaciones sexuales con ellas.
Como explica David Potter en su libro « Los Emperadores de Roma » (Pasado&Presente), el primer problema de Calígula es que «nunca había tenido que demostrar su virtus en un entorno de carácter colectivo». Educado en la villa de Capri, los principales compañeros de formación del romana habían sido hijos de reyes extranjeros enviados a la capital del imperio a modo de garantía. En definitiva, Calígula vivió su infancia y adolescencia en una burbuja, rodeado de príncipes orientales con una forma distinta de comprender el poder y con sus hermanas como mejores amigas. Ya entonces surgieron rumores de que había mantenido relaciones sexuales con ellas.
Cuando falleció Tiberio, Calígula no ejercía
ningún puesto oficial y su experiencia política se limitaba a un cargo menor.
El pueblo ignoró la completa falta de experiencia del nuevo Emperador porque
recordaba a su padre con cariño y, sobre todo, porque su primera medida fue
abolir los procesos de traición, un mecanismo legal que había permitido a
Tiberio perseguir a sus enemigos con impunidad. El tiempo iba a demostrar que
no podían estar más equivocados en su entusiasmo.
La primera señal de que Calígula vivía de
los golpes de efecto tuvo lugar con la ejecución de Macrón, prefecto de la
Guardia pretoriana y sospechoso de haber matado a Tiberio. Según el historiador
Filón, el Emperador se hartó un día para otro de su antiguo amigo: «Ahí llega
el maestro de quien ya no necesita lección alguna... ¿Cómo se atreve alguien a enseñarme
a mí, que antes aun de ser engendrado fui modelado emperador, cómo se atreve un
ignorante a enseñar a quien sabe?».
Sin el hombre en las sombras que ejecutaba a
sus enemigos, al tiempo que controlaba su inestabilidad, empezaron los meses
más oscuros del Emperador. Calígula se presentó como un dios al que había que
adorar en vida, a diferencia del Divino Julio César o Augusto, y comenzó una
vida de extravagancias. Los autores clásicos quisieron ver en el origen de
estas prácticas una explicación médica y un kilómetro cero.
A los pocos meses de haber accedido al
trono, en el otoño del año 37 d.C., Calígula sufrió lo que probablemente fue
una crisis nerviosa o una encefalitis (una inflamación del cerebro causada por
algún tipo de infección). Suetonio menciona que durante su infancia ya había
registrado graves problemas médicos, con un ataques de epilepsia periódicos que
en la edad adulta se convirtieron en desvanecimientos. Apenas dormía más de
tres horas al día y pasaba las noches deambulando por las galerías del palacio,
« esperando e invocando la luz ». Su aspecto externo era aterrador y, tras su
crisis nervioso, todo se acrecentó.
«Era de elevada estatura, pálido y grueso;
tenía las piernas y el cuello muy delgados, los ojos hundidos, deprimidas las
sienes; la frente ancha y abultada; escasos cabellos, con la parte superior
enteramente calva y el cuerpo muy velludo», describió el historiador clásico
sobre su aspecto físico, añadiendo que dado su abundante pelo por el cuerpo
estaba penado con la muerte usar la palabra «cabra» en su presencia.
En este sentido, el diagnóstico moderno del
origen de los problemas es mucho más profano. Para los psiquiatras actuales,
Calígula presenta el perfil de un psicópata, alguien carente de remordimientos
o empatía que se cree por encima del bien y del mal. En «Los doce Césares»,
Suetonio pone en boca del Emperador una frase que le anuncia como por encima
del resto: «Recuerda que todo me está permitido, y con todas las personas».
En este sentido, el primer Emperador, Augusto,
se había cuidado mucho para presentarse como alguien moderado e igual al resto,
mientras que Tiberio, a pesar de su choque con el Senado, había procurado un
perfil bajo. En contraste con sus «humildes» antecesores, Calígula se reveló
como un monarca asiático en su forma de vida desmedida. Según Dión Casio ,
«empezó a gastar en caballos, gladiadores y en otras cosas semejantes sin
ningún freno, y vació en poquísimo tiempo el dinero atesorado, que era mucho»,
esto es, cerca de tres mil millones de sestercios.
Con parte de este dinero se hizo construir
en Roma una mansión en el Palatino, cuyo vestíbulo era el mismísimo templo de
Cástor y Pólux , así como una serie de construcciones junto al lago de Nemi.
Allí atracó dos navíos gigantes, de 70 metros de longitud, auténticos palacios
flotantes donde organizaba algunas de sus fiestas más desmesuradas. En las
bacanales eran frecuentes las agresiones y perversiones contra las invitadas.
Y es que la vida sexual del Emperador es el
elemento más conocido, y a la vez fabulado, de la biografía de Calígula. Se le
acusaba de acostarse con las esposas de sus súbditos, de relacionar el sexo con
el dolor físico y de tratar de convertir su palacio en un gran burdel. Durante
su breve reinado tuvo cuatro esposas y un sinfín de amantes. A Livia Orestila
la violó en su propia ceremonia de esponsales y se casó con ella para
repudiarla al cabo de unos días.
De sus relaciones homosexuales se suele
mencionar, entre los más conocidos, al histrión griego Mnéster y a su primo
Emilio Lépido. Este último ejerció un papel protagonista a nivel político hasta
que, a finales del 39, el Emperador le acusó de encabezar un complot contra él
y ordenó su ejecución. Lépido reconoció antes de morir que había tenido
relaciones sexuales con el Emperador y que tenía el vientre dolorido de la
pasión que en ellas había puesto, lo que insinuaba que había ejercido él el
papel activo en el acto sexual. En este sentido, los romanos, más tolerantes
que los griegos con los homosexuales, daban mucha importancia a quién ejercía
el papel de activo y quién el de pasivo en la pareja, tanto a nivel sexual como
social. La pasividad era sigo de debilidad.
Cuando saltó esta primera conjura contra el
Emperador, Calígula reveló otra de sus monstruosidades al deleitarse con la
tortura de cada uno de los conspiradores. Observar cómo torturaban a otros era
algo que le gustaba hacer desde tiempos de Tiberio. Advertido por esta primera
conspiración, Calígula quiso demostrar que era un hombre cabal dirigiendo una
campaña militar en Britania. Sin embargo, la invasión fue pronto abortada y el
Emperador ordenó a los soldados que recogieran conchas de la playa para
justificar que había sido Neptuno quien malogró el ataque.
Las conchas debían ser en Roma la prueba de
la gran batalla librada entre su imperial deidad y el dios de los mares, pero
lo fue de la locura de Calígula. De vuelta a la ciudad, escandalizó a todo el
mundo al anunciar que quería nombrar senador a su caballo Incitatus .
Un gran número de senadores y miembros del
ejército romano prendieron una nueva conjura ante las extravagancias y
violencia crecientes de Calígula. El 24 de enero del año 41 d.C, un tribuno de
la guardia imperial apuñaló a Calígula cuando estaba absorto en la
contemplación de un espectáculo teatral. El cerebro de la trama fue un oficial
pretoriano llamado Casio Querea, que planeó el asesinato usando el
cryptoporticus, esto era, el túnel subterráneo que unía los palacios del Monte
Palatino .
Haciendo caso a Suetonio, el pretoriano
organizó el asesinato para vengarse de Calígula por burlarse a diario de su voz
afeminada, llamándolo Príapo o Venus o dándole la mano para que la besara con
actitud exagerada. La participación de los pretorianos en la conspiración sentó
un precedente que condenó a Roma a un largo tiempo de inestabilidad.
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