miércoles, 24 de junio de 2020

LA HISTORIA DE DIODORO, EL GLADIADOR QUE MURIÓ POR UN ERROR ARBITRAL



Esta lápida funeraria de hace 1.800 años representa a un gladiador con dos espadas en las manos que permanece de pie frente a su oponente, que desde el suelo parece hacer una señal de rendición.
La inscripción que figura a continuación indica que aquí fue enterrado Diodoro, un gladiador.
Un enigmático mensaje en una lápida sepulcral de un gladiador romano que vivió hace 1.800 años ha sido finalmente descifrado, y nos cuenta la historia de una traición.
Según Michael Carter, un profesor de la Universidad Brock de St. Catharines, Canadá, el epitafio y el relieve de la lápida (en la imagen) sugieren que el gladiador, llamado Diodoro, perdió el combate (y su vida), debido a un error del árbitro. Carter es un estudioso de los combates de gladiadores y otros espectáculos en la parte oriental del Imperio Romano.
Él ha examinado la piedra, que fue descubierta hace un siglo en Turquía, tratando de determinar el significado del relieve y de la inscripción.
Las lápidas hablan.
La lápida sepulcral fue donada al Museo del Cincuentenario de Bruselas (también conocido como Reales Museos de Arte y de Historia), poco antes de la I Guerra Mundial. Muestra la imagen de un gladiador con lo que parecen ser dos espadas en la mano, mientras permanece de pie delante de su oponente, que hace señales de rendirse. La inscripción dice que la piedra marca el lugar donde está enterrado un hombre llamado Diodoro.
“Después de vencer a mi oponente Demetrio, no lo maté de inmediato”, reza el epitafio. “El destino y la astuta traición del summa rudis me mataron”.
El summa rudis era un árbitro, que podía haber tenido experiencia previa como gladiador.
La inscripción también indica que Diodoro nació y combatió en Amisus, en la costa sur del Mar Negro en Turquía.
Aunque Carter ha examinado cientos de lápidas de gladiadores, “este epitafio es completamente diferente a cualquier otro; está contando una historia”.
La lucha final.
La historia de la lápida nos indica que el suceso tuvo lugar hace unos 1.800 años, cuando el imperio estaba en su apogeo y su territorio se extendía desde la Muralla de Adriano en Inglaterra hasta el río Éufrates en Siria.
Los combates de gladiadores eran espectáculos muy populares, y en muchos de ellos se enfrentaban dos hombres, uno contra otro. Pero, aunque las muertes por heridas eran comunes , no se trataba de esas peleas en las que todo vale para obtener la muerte del rival, tal como las representa Hollywood.
“Creo que había una serie de reglas claras que regulaban un combate de gladiadores”.
A pesar de que estas reglas exactas no son bien conocidas, puede obtenerse alguna información a partir de las referencias en los textos que nos han llegado y en el arte.
Para empezar, la mayoría de los combates, si no todos, eran supervisados ​​por el summa rudis.
Entre las reglas que se aplicaban habría una según la cual el gladiador derrotado podría pedir la sumisión, y si esta sumisión era aprobada por el munerarius (el adinerado que costeaba el espectáculo), el contendiente podría salir de la arena sin más daño.
Otra regla, al parecer, era que si un gladiador caía al suelo por accidente (sin ser provocada la caída por su oponente, se entiende) se le habría permitido volver a levantarse, recoger su equipo y reanudar el combate.
La muerte de Diodoro.
Es esta última regla la que parece haberse dado con Diodoro.Se interpreta la imagen del gladiador que sujeta las dos espadas como un momento de esa lucha final, cuando Demetrio había sido derribado y Diodoro había agarrado la empuñadura de su espada.
“Demetrio hace señales de rendirse para que Diodoro no lo mate; este retrocede esperando ser él el ganador de la lucha”.
El combate parece haber terminado. Sin embargo, el summa rudis – tal vez interpretando la caída de Demetrio como accidental, o quizás por algún otro motivo posterior – pensaba de otra manera.
“Lo que el summa rudis ha hecho, obviamente, es intervenir, detener la pelea, permitir que aquel vuelva a recuperar su escudo, tome su espada y retome después la lucha”.
En ese momento Diodoro se vio en problemas y, o bien murió en la arena ,o bien Demetrio le infligió una herida que le causó la muerte poco después.
Este evento habría ocurrido ante una multitud de cientos de personas, si no miles, en algún anfiteatro o en algún estadio reconvertido en una especie de mini-Coliseo.
Tras la muerte de Diodoro, quien encargó su lápida (probablemente un familiar o un amigo) estaba tan molesto, que decidió incluir unas últimas palabras en el epitafio:
“El destino y la astuta traición del summa rudis me mató”.
Fuente: Roman Gladiator’s Gravestone Describes Fatal Foul. Artículo de Owen Jarus en Livescience.
Crédito de la imagen: Royal Museums of Art and History, Brussels.


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