Era una festividad en honor a la ninfa
Carna, según el mito, ella fue perseguida por Jano (Ovidio, “Fasti”., VI. 100 y
ss.). Al unirse a este dios, él le prometió que ella sería la divinidad de los
goznes de las puertas, en compensación por perder la virginidad. Para su
vigilancia, se le otorgó una rama de espino albar para repeler los malos
agravios que podían entrar a esa casa o edificio. Se le concedió el día 1 de
junio como su día especial, para que cerrara lo que esté abierto y abriera lo
que esté cerrado (Ovid. “Fasti”.VI. 102).
Aunque hay que decir que su origen no fue a
Carna, sino que se denominaban estas fiestas como las “Fabaria”, es decir, el
día de consumo de “fabas”, judías o habas. Que, como curiosidad en el bable
asturiano ha quedado conservado con el mismo significado, “fabes”. Así que,
cuando os toméis unas “fabes” asturianas o fabada, estáis tomando en realidad,
un plato romano. Realizándose su culto, ya el de Carna, pero conservando lo
anterior, en el Monte Celio.
Según Ovidio “Fasti.”, VI. 169, nos narra
que se consumían en este día tocino y habas con espelta caliente en forma de
puré. Pues eran alimentos propios del momento y al alcance de cualquier
persona. Es más, aunque fuera en un mes dedicado a la diosa del matrimonio, Juno,
se recomendaba que fueran las bodas en la segunda quincena de este mes
(Plutarco, “Quaest. Rom.”, 86) (algo que no hemos cambiado mucho, pues por lo
general casi siempre se pide cita para el matrimonio en junio). Por otro lado,
uniendo ambas tradiciones, la recién casada untaba con grasa de cerdo los
goznes de la puerta de su nuevo hogar y durante la procesión nupcial, uno de
los jóvenes portaba una antorcha fabricada con espino blanco trenzado (“spina
alba”), que era encendida en casa de la novia. Carna (goznes) y Jano (puertas).
También cubría la función de proteger las
vísceras del hombre, especialmente el corazón y el hígado, debido a la ingesta
de estos alimentos, pues se creía que las habas maduras daban fuerza y
vigorosidad. Según nos lo cuenta Macrobio, I. 12, 32-33.
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